Historia original: Oscar Wilde Versión en español: Miguel Lescano. Una tarde, yo estaba tomando café en el centro de la ciudad. De pronto, vi a Carlos. Fuimos compañeros en la universidad, y no lo había visto en diez años. Estaba feliz de verlo de nuevo. Cuando estábamos en la universidad, fuimos grandes amigos. Él siempre tenía buen humor, y siempre decía la verdad. Era muy franco. Esta vez, Carlos tenía una preocupación. Se veía en su cara. Parecía que tenía una gran duda. Pensé que quizá era por una mujer, así que le pregunté: -"¿Ya estás casado, Carlos?" -"Todavía no entiendo suficientemente bien a las mujeres", dijo él.
-"¿Tienes algún problema con una mujer, Carlos? Me lo puedes contar." -"Vamos a caminar un rato", dijo. "Aquí hay mucha gente." -"¿A dónde vamos?" -"A cualquier lado. Vamos al restaurante junto al río. Quiero saber de tu vida", dijo Carlos. -"Primero quiero saber de la tuya", dije. "Dime cuál es tu problema." Carlos me mostró una foto de una mujer. Era alta y bonita. Su mirada parecía tener un secreto, y llevaba ropa muy cara. -"¿Qué piensas de esa cara?", dijo Carlos. "¿Te parece la cara de alguien que dice la verdad?" Vi la foto con cuidado. Parecía la cara de alguien que tenía un secreto, pero no sabía si era un secreto bueno o malo. Su belleza no era realmente una belleza física. Su belleza estaba en su misterio. En sus labios había algo que parecía una sonrisa. Pero no era una sonrisa dulce. -"Bueno, ¿qué dices?", dijo Carlos. -"Su cara es bonita, pero llena de misterio", le dije. "Dime todo sobre ella." -"No ahora", dijo. "Después de comer". Y empezó a hablar de otras cosas. Llegamos al restaurante. Después de comer, Carlos empezó a contar su historia: "Una tarde, yo estaba caminando por la calle Nueve de Octubre. El tráfico era terrible. Vi un auto rojo que llamó mi atención. Cuando pasé junto a ese auto, adentro estaba ella. De inmediato, me pareció que ella era la mujer más hermosa del mundo. Toda la noche pensé en esa cara. También todo el día siguiente. Pasé varias veces por la calle Nueve de Octubre, esperando ver ese auto otra vez. Pero no podía encontrar a aquella mujer. Hasta pensé que había sido un sueño. "Una semana más tarde, fui a una cena en la casa de la familia Rodríguez. La cena tenía que empezar a las ocho, pero ya eran las ocho y media y aún estábamos en la sala. De pronto, llegó una mujer. La señora Rodríguez me dijo que aquella era Ana María Gómez. Era la mujer que yo había estado buscando. Se veía muy hermosa. Por suerte, mi asiento estaba junto al de ella. Le dije: "Ana María, creo que te vi en la calle Nueve de Octubre el otro día". Su cara se puso blanca, y me dijo en voz baja: -"Haz silencio, por favor. Alguien te podría oír". Me sentí muy mal por haber tenido un mal comienzo, así que decidí cambiar de tema. Ella hablaba muy poco, siempre en voz baja, como si tuviera miedo de que alguien pudiera escuchar lo que estaba diciendo. Yo estaba muy, muy enamorado de ella. Su aire de misterio me hacía sentir más interés. Poco después de terminar la cena, Ana María se fue. Antes de que se vaya, le pregunté si podía verla de nuevo. Ella vio alrededor para estar segura de que no había nadie cerca, y dijo : -"Sí. Mañana a las cinco de la tarde". Pero no dijo nada más y se fue. Le pedí a la señora Rodríguez que me diga más sobre Ana María. Solo me dijo que era una viuda con una hermosa casa en Puerto Santa Ana, el barrio rico junto al río. "Al día siguiente llegué a Puerto Santa Ana a tiempo, pero Ana María no estaba en su casa. Me dijeron que había salido hace poco. Me sentí mal, así que fui a tomar un café. Después de pensar por un buen rato, le dejé una nota en su casa. En la nota, le pregunté si podía verla otro día, y puse mi nombre y mi número de teléfono. Por varios días, no tuve ninguna respuesta. Por fin, un día Ana María me llamó y me dijo que estaría en casa el domingo a las cuatro. También dijo: -"Este número no es mío. No debes llamar a este número. Lo voy a explicar todo cuando te vea." El domingo me recibió en su casa. Fue muy amable. Hablamos por mucho tiempo. Cuando yo me iba, me pidió que, si yo quería hablar con ella de nuevo, tenía que enviar una carta física con su nombre a la biblioteca de la calle Nueve de Octubre. -"Hay razones", dijo ella, "por las que no puedo recibir llamadas ni cartas en mi propia casa". "Durante tres meses, la vi muchas veces. Ella nunca perdió el aire de secreto y misterio. A veces me parecía que quizá ella tenía novio, pero no podía creerlo. No sabía qué creer sobre ella. Era como el agua del mar: A veces está clara y puedes ver el fondo, y a veces no. Yo quería que ella sea mi esposa. Ya estaba decidido. Estaba cansado de tanto secreto. Le pregunté si podía verla el lunes a las seis. Dijo que sí. Yo estaba feliz. Ese lunes le iba a pedir que sea mi esposa. Yo estaba loco de amor por ella. Amor a pesar de tanto secreto, o quizá amor a causa de tanto secreto. No; en realidad era amor por ella. El misterio no me gustaba. Un día, creo que encontré el secreto de Ana María." -"¿Qué pasó?", le pregunté a Carlos. -"Dime qué piensas de esto:" "Cuando llegó el día lunes, yo tenía que hacer unas cosas en el centro de la ciudad. Estuve en el centro hasta las cuatro de la tarde. De pronto, vi a Ana María, con un vestido negro. Iba muy rápido. Ella no me vio. La vi entrar por una calle pequeña. Al final de la calle había una casa vieja. Ella abrió la puerta con una llave, y entró, dejando la puerta abierta. "Este es su secreto", pensé. Llegué a la puerta. La casa era de estilo muy antiguo y parecía una especie de hotel. En el piso de la entrada estaba el anillo de Ana María, que se le cayó cuando entró. Lo puse en el bolsillo de mi camisa. Estuve en la entrada un buen rato, pensando qué hacer. Al final, pensé que la vida privada de Ana María no es asunto mío, así que me fui. A las seis fui a su casa. Ella estaba en la sala, y ahora llevaba un vestido blanco. Se veía hermosa. -"Estoy feliz de verte", dijo ella. "No he salido en todo el día". La vi sin poder creer lo que había dicho. Puse el anillo sobre la mesa de centro. -"Ana María, esto se te cayó esta tarde, cerca de una casa antigua en el centro", le dije con calma. Ella me vio con miedo, pero no tomó su anillo. -"¿Qué estabas haciendo allí?", le pregunté. -"¿Qué derecho tienes a preguntar eso?", dijo ella. -"El derecho del hombre que te ama", le dije. "Vine aquí a pedir que seas mi esposa". Ella empezó a llorar. -"Debes decirme la verdad", le dije. Ella se puso en pie y me dijo : -"No tengo nada que contar, Carlos". -"Fuiste a ver a alguien. Ese es tu secreto", le dije en voz alta. Su cara se puso muy blanca, y dijo: -"No fui a ver a nadie". -"¿No puedes decir la verdad?", dije yo. -"Ya dije la verdad", dijo ella. Yo estaba muy enojado. No recuerdo exactamente qué le dije, pero le dije palabras muy fuertes. Finalmente me fui de su casa. Ella me llamó al día siguiente, pero yo no quería hablar con ella. Me fui a Estados Unidos con Pablo por un mes. Cuando llegué aquí, lo primero que supe fue que Ana María había muerto. Le había dado una gripe muy fuerte, y había muerto en cinco días. Después de eso, no quise salir de mi casa por mucho tiempo. No quería ver a nadie. Yo la quería mucho, con locura. Nunca había sentido tanto amor por una mujer. Yo le pregunté: "¿Fuiste otra vez a aquella casa antigua?" -"Sí, eso hice", dijo Carlos. "Un día fui a esa casa. No lo podía evitar. Tenía que salir de la duda. Cuando llegué, una señora me abrió la puerta. Le pregunté si tenía alguna habitación libre. Ella dijo: -"Bueno, se supone que una señorita usa el salón principal, pero no la he visto en tres meses. Como ella no ha venido a pagar, usted puede quedarse ahí." Le mostré la foto de Ana María y le pregunté: -"¿Es esta la señorita?". -"Sí, ella es, señor. ¿Cuándo vuelve?", dijo ella. -"Ella murió", le dije. -"Oh, ¡no puede ser! Ella era mi mejor cliente. Ella me daba cien dólares cada semana solo por sentarse en el salón principal de vez en cuando.", dijo ella. -"¿Ella se veía con alguien aquí?", pregunté. Pero la mujer me aseguró que no era así. Dijo que Ana María siempre venía sola, y no veía a nadie. -"¿Y qué rayos hacía ella ahí?", le dije yo. La señora dijo: -"A ella simplemente le gustaba sentarse ahí, en el salón principal. Le gustaba leer libros, y a veces también beber té". No sabía qué decir, así que le di diez dólares y me fui. Ahora, ¿Qué piensas? ¿Piensas que la mujer de esa casa antigua decía la verdad?" -"Sí, yo creo que ella te dijo la verdad". -"¿Y entonces por qué Ana María iba a ese lugar?" -"Mi querido Carlos, Ana María simplemente era una mujer a la que le gustaba mucho el misterio. Le gustaba estar en ese gran salón de estilo antiguo, con su vestido negro, como si estuviera en una novela. Tenía una pasión por los secretos, pero en realidad ella misma era solo una esfinge* sin secreto." -"¿De verdad lo crees?" -"Estoy seguro", dije yo. Carlos miró de nuevo la foto, y dijo: "Me pregunto..." * "ser una esfinge" means to have an enigmatic attitude. It's seldom used. I used it here in order to keep the original title of the story.
2 Comments
¡Un cuento muy divertido!
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June 2019
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